Seguramente alguien se ha fijado en
el estado de limpieza que tienen nuestras calles y ha percibido lo sucias que
están. Todos conocemos gente que lo achaca a los insuficientes medios humanos y
materiales que disponen los ayuntamientos para estos trabajos y otros ni se dan
cuenta salvo que les afecte a su vehículo, zapato, entrada a casa, etc. Pero
los más -al menos eso quiero creer- sabemos que es por desidia y falta de
conciencia urbana.
En esta sociedad consumista, o consumidora (matizo para no generar malas interpretaciones), los residuos son el último eslabón de la cadena “agradable” y, voilà, al suelo van si no lo pensamos. Colillas, tickets, envoltorios, bolsas, cartones, folletos, envases, chicles pegados en la acera, restos de comida y bebida, preservativos... ¿sigo? Me extrañaría si no me falta alguno.
En un grupo aparte, y muy actual,
quiero incluir los orines y excrementos de los perros. Sí, los mismos; porque
los "canes urbanitas" son una moda consumista, o consumidora. Hace
tiempo la gente que tenía perro era quien disponía de -por este orden- finca,
parcela en el campo, corral, patio y piso; hoy en día ese orden lógico está más
bien invertido y las consecuencias son visibles.
Ejecutada la acción, ésta se puede completar
en otro momento con frases conocidas tales como "¡qué sucia está la calle!",
“tenemos pocos barrenderos” o “si es que no hay papeleras”. A partir de aquí se
echa la culpa al político responsable de la limpieza urbana y entramos a casa
sin más. El grado de hipocresía entonces es alto. Luego está el caso flagrante
de quien se define como ecologista y actúa de este modo, entonces… apaga y
vámonos. En el fondo, los dueños de perros que no recogen los excrementos
o que no enseñan u obligan al animal a orinar en un sitio apartado del tránsito
peatonal son de este tipo ya que no piensan, por ejemplo, en el niño que va por
la calle con su madre y toca una farola, una pared o una rueda previamente
orinadas. Para qué hablar cuando se pisa un excremento o de los olores.
¿Cinismo? Nuestras casas están
impolutas y nuestras calles son
auténticos vertederos. Hablamos de las maravillas que tiene nuestra
localidad mirando hacia arriba o de puertas para adentro y no miramos hacia
abajo. Podemos arrojar residuos de mil tipos en la calle y quejarnos de los
servicios de limpieza, y podemos justificar la lejanía de las papeleras para no
caminar, pero no podemos darnos cuenta de nuestra falta de civismo (con v), lo
cual lleva al cinismo (con n). Si una persona orina en la calle recibe
escarnio, multa económica y rechazo social -es decir, lo obvio-, pero cuando permitimos
que lo haga un perro… no pasa nada, incluso está bien y no es antihigiénico.
Es posible que esté confundido y que
lo lógico sea humanizar a los animales y que los humanos nos animalicemos. Eso
es.