Siguiendo con el post anterior, ahora es posible preguntarse si los vertederos que tenemos en nuestras ciudades y comarcas representan un activo de calado para el futuro por la ingente cantidad de materiales reutilizables y reciclables (sí, de ambos tipos) que almacenan; sobre todo, metales y plásticos, pero también vidrios, materiales valiosos como los empleados en tecnología, etc.
Está claro que muchos de ellos han llegado por falta de separación en depósito, por exclusión de las plantas de reciclaje o por simple negligencia y, por ello, no tienen viabilidad en el momento actual. Además, se da la circunstancia de que están mezclados con multitud de residuos orgánicos e, incluso, con sustancias de carácter peligroso que complican en demasía su recuperación de una manera sencilla y económicamente interesante.
Nos encontramos en las postrimerías del año 2013 y los vertederos suponen un gasto por su construcción -se supone que bajo las condiciones legales exigidas en cada momento-, uso, manejo y conservación. Los beneficios que generan son de tipo ambiental, social, político y, en algunos casos, económico por la producción de gases aprovechables energéticamente. Pero, ¿será posible en el futuro disponer de tecnologías que permitan obtener materiales almacenados en dichos vertederos para su reutilización/reciclaje?
Es una pregunta que debemos considerar por una sencilla razón: si estos recursos no proceden de fuentes renovables (evidentemente, los metales y el plástico no están en dicha categoría), su disponibilidad disminuye y su precio crece; en consecuencia, llegará un momento en que sea inviable su obtención por métodos tradicionales y ahí entrarían en juego los vertederos como minas. Para ello, se necesitarán técnicas adecuadas y con rendimientos -cualitativo y cuantitativo- superiores a los empleados hasta entonces. ¿Serán necesarios dos, tres o más decenios para verlo?
Finalmente, también es obligatorio tener en cuenta los avances técnicos que se den con otros tipos de materiales para que sustituir a los nombrados y que, por tanto, condicionen lo hasta aquí expuesto. Pero, de todas formas, también tendrá sentido el recuperar materiales olvidados hace unos decenios.
Espero que las generaciones futuras no piensen que éramos unos insconscientes por no encontrar salidas al ciclo de los residuos en su "apéndice vertedero". Por si acaso, una buena herencia será comprar ahora estas minas.
Gerundio del verbo perorar (del latín perorāre). Acepciones (...me quedo con la segunda): 1. Pronunciar un discurso u oración. 2. Hablar en la conversación familiar como si se estuviera pronunciando un discurso. 3. Pedir con instancia.
martes, 10 de diciembre de 2013
viernes, 25 de octubre de 2013
Calles o vertederos
Seguramente alguien se ha fijado en
el estado de limpieza que tienen nuestras calles y ha percibido lo sucias que
están. Todos conocemos gente que lo achaca a los insuficientes medios humanos y
materiales que disponen los ayuntamientos para estos trabajos y otros ni se dan
cuenta salvo que les afecte a su vehículo, zapato, entrada a casa, etc. Pero
los más -al menos eso quiero creer- sabemos que es por desidia y falta de
conciencia urbana.
En esta sociedad consumista, o consumidora (matizo para no generar malas interpretaciones), los residuos son el último eslabón de la cadena “agradable” y, voilà, al suelo van si no lo pensamos. Colillas, tickets, envoltorios, bolsas, cartones, folletos, envases, chicles pegados en la acera, restos de comida y bebida, preservativos... ¿sigo? Me extrañaría si no me falta alguno.
En un grupo aparte, y muy actual,
quiero incluir los orines y excrementos de los perros. Sí, los mismos; porque
los "canes urbanitas" son una moda consumista, o consumidora. Hace
tiempo la gente que tenía perro era quien disponía de -por este orden- finca,
parcela en el campo, corral, patio y piso; hoy en día ese orden lógico está más
bien invertido y las consecuencias son visibles.
Ejecutada la acción, ésta se puede completar
en otro momento con frases conocidas tales como "¡qué sucia está la calle!",
“tenemos pocos barrenderos” o “si es que no hay papeleras”. A partir de aquí se
echa la culpa al político responsable de la limpieza urbana y entramos a casa
sin más. El grado de hipocresía entonces es alto. Luego está el caso flagrante
de quien se define como ecologista y actúa de este modo, entonces… apaga y
vámonos. En el fondo, los dueños de perros que no recogen los excrementos
o que no enseñan u obligan al animal a orinar en un sitio apartado del tránsito
peatonal son de este tipo ya que no piensan, por ejemplo, en el niño que va por
la calle con su madre y toca una farola, una pared o una rueda previamente
orinadas. Para qué hablar cuando se pisa un excremento o de los olores.
¿Cinismo? Nuestras casas están
impolutas y nuestras calles son
auténticos vertederos. Hablamos de las maravillas que tiene nuestra
localidad mirando hacia arriba o de puertas para adentro y no miramos hacia
abajo. Podemos arrojar residuos de mil tipos en la calle y quejarnos de los
servicios de limpieza, y podemos justificar la lejanía de las papeleras para no
caminar, pero no podemos darnos cuenta de nuestra falta de civismo (con v), lo
cual lleva al cinismo (con n). Si una persona orina en la calle recibe
escarnio, multa económica y rechazo social -es decir, lo obvio-, pero cuando permitimos
que lo haga un perro… no pasa nada, incluso está bien y no es antihigiénico.
Es posible que esté confundido y que
lo lógico sea humanizar a los animales y que los humanos nos animalicemos. Eso
es.
miércoles, 9 de octubre de 2013
La Revolución Ambiental (algún año del siglo XXI - ¿?)
Mucho
se sabe y se ha escrito sobre las distintas revoluciones que han configurando el mundo tal y como lo conocemos. Se puede hablar de la Revolución Francesa -con una temporalidad clara- y de la Industrial -más indefinida en cuanto a su
carácter temporal- como las últimas, como las que dieron paso a los ideales de
izquierda y derecha, a los sistemas modernos de derecho, etc. Incluida en la Industrial podría
situarse la
Revolución Tecnológica, bastante reciente y en curso.
Pero todas se agotan y la Industrial no va a ser
menos. Es importante saber cuándo ocurrirá la siguiente, qué
consecuencias tendrá y qué significará en general. Tengo
una percepción al respecto: la próxima revolución que cambiará el mundo
después de unos “siglos industriales” es la REVOLUCIÓN AMBIENTAL.
En el fondo no es más que la consecuencia lógica de la Revolución Industrial
que, desde hace tres siglos, trae bienes materiales en cantidades
inimaginables. Como todo en la vida, esta descripción tan ligera
tendrá muchos matices, pero en lo sustancial es así de simple.
De
manera paralela a esta Revolución Ambiental, según avance y se consoliden sus
cambios, deberá existir un consenso unitario entre la inmensa mayoría (yo diría
entre la totalidad) de las diferentes representaciones sociales, políticas,
económicas, religiosas, etc. a través de los líderes de cada momento. De hecho, cada
vez hay más movimientos políticos y sociales, incluyendo la Iglesia católica, que comienzan a esbozar la necesidad de llevar a cabo esta
Revolución, pero serán las bofetadas que nos sacuda el mundo -especialmente el cambio climático- las que generen la Revolución Ambiental.
Decía
anteriormente que esta revolución verde parte, de manera lógica, desde la
propia Industrial; mejor dicho, de sus consecuencias o efectos. Y es
que el mundo como lugar físico-químico donde se desarrolla la vida no aguanta
más en estas condiciones. El círculo mágico de extracción, transformación y
deshecho de recursos y materias primas para consumir no está equilibrado y, por
el interés de la supervivencia humana, nos importa arreglar esto. Probablemente,
los empresarios más egoístas serán los últimos en querer enterarse; y cuando los beneficios ambientales o los
costes ecológicos se incorporen a los balances, entonces serán los
principales adalides por la
causa. Es más, será ahí cuando se produzca el epicentro de esta Revolución.
En
Occidente (sobre todo en el Hemisferio Norte) puede ser más fácil el seísmo por
pura lógica: los Estados ya han alcanzado altas cotas de desarrollo, hay más
democracias o sistemas participativos y se han estudiado y notado los efectos
nocivos que, en las últimas décadas, el mundo ha sufrido con los avances
industriales.
Seguramente la Revolución Ambiental tendrá su fin con otra, pero
imaginarla es cosa de generaciones posteriores a la que vivimos actualmente. Eso sí, de ella quedará
lo mejor, al igual que del resto de revoluciones porque el hombre progresa (o
eso se supone) y, para ello, se va quedando con lo positivo.
Mientras
todo esto llega, vayamos empezando por aclarar si un cartón con restos de
comida va al contenedor de basura orgánica, al de papel y cartón o al amarillo porque
estuviera plastificado… Yo he comenzado.
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