domingo, 28 de diciembre de 2014

Fracking no, gracias

No sé si a ustedes les ocurre lo mismo que a mí con el reciente auge del fracking pero, después de consultar sencillas y variadas fuentes al respecto en los últimos meses, intuyo un retroceso en el sentido común y, consecuentemente, en el entorno que nos rodea, justificado -una vez más- por un balance económico/financiero rentable.

Les resumo en forma de decálogo, de manera razonada, las conclusiones a las que llego y que me hacen pensar de tal modo sobre el asunto; aunque, previamente, he de hacer la observación de que aquí no van a encontrar concienzudos y dificultosos análisis técnicos sino la breve opinión de alguien que desea un mundo más saludable, precisamente ahora que son posibles los avances técnicos respetuosos (y respetables).
  • La técnica del fracking viene de antaño pero, por diversas razones, no ha sido hasta hace relativamente poco tiempo cuando ha alcanzado más sentido práctico porque el mercado de gas natural y petróleo presenta altos precios y/o disponibilidades dudosas por diversas circunstancias geopolíticas. Conclusión 1ª: la riqueza económica como fin justifica el crecimiento que ya conocemos con su desprecio ambiental.
  • Los aspectos técnicos en los que se basa son: perforaciones orientadas, fracturación hidráulica de rocas, estimulación con elementos químicos y explotación de las rocas poco permeables (como ciertas pizarras). Conclusión 2ª: estos aspectos técnicos que la caracterizan son destructivos y son necesarias ingentes cantidades de agua.
  • Evidentemente, el proceso se lleva a cabo con estudios y proyectos previos y bajo medidas de seguridad serias (supongo). Conclusión 3ª: aunque se consigan extracciones "muy limpias", la roca queda fracturada y se pueden generar probables seísmos (constatados en EEUU, Canadá y Reino Unido).
  • Hay estudios que corroboran que parte de las aguas del subsuelo quedan contaminadas con bastantes de los productos químicos empleados en la estimulación, ya que son tóxicos, cancerígenos o mutagénicos. Conclusión 4ª: mejor no hablar de semejante despropósito.
  • Por otro lado, si se ha empleado benceno, también hay emisiones atmosféricas de este compuesto cancerígeno en las balsas para evaporación de las aguas residuales empleadas. Conclusión 5ª: si el que se respira está contaminado por este compuesto en zonas cercanas al punto de extracción, las medidas de seguridad públicas a implantar serán muy serias.
  • Cabe la posibilidad de que se produzcan fugas de gas metano en los puntos/zonas de trabajo. Conclusión 6ª: posible agravamiento del efecto invernadero de manera bastante potente (el efecto del metano es 21 veces superior al del dióxido de carbono).
  • La Comisión Europea dictó unas recomendaciones para su empleo dejando a los países miembros la decisión de legislar al respecto. En Francia y Bulgaria está prohibido, en España no y, además, se incentiva fiscalmente (como en Reino Unido), aunque hay tres comunidades autónomas (Navarra, Cataluña y Andalucía) en que está prohibida. Conclusión 7ª: está muy claro que hay dudas en cuanto a la conveniencia de esta técnica, lo cual genera un desorden normativo. Al respecto del caso europeo recomiendo ver esta entrada.
  • Generalmente, las leyes protegen -al menos en España- casi todo el medio natural superficial (flora, fauna, formaciones geomorfológicas, etc.) y, dependiendo del interés económico, parte del subyacente. Conclusión 8ª: el fracking no tiene un impacto visual intenso y, por tanto, es autorizable ya que la mayoría de la gente no lo va a percibir de manera directa.
  • Los principales productos a obtener son gas natural y petróleo; es decir, combustibles fósiles. Conclusión 9ª: si, en teoría, caminamos hacia un horizonte global cada vez más libre de este tipo de recursos, el fracking precisamente contribuye a lo contrario.
  • Nadie tiene en cuenta el valor económico del medio ambiente y, por tanto, si se producen consecuencias negativas como las expuestas, habría que mensurar en los costes de extracción los gastos preventivos/correctivos en su adecuada proporción. Conclusión 10ª: hasta que no se incluyan los costes ambientales en los procesos de producción estaremos abocados a que, solamente, algunas catasátrofes de magnitudes desproporcionadas hagan recapacitar a los responsables de las causas que las originan.
Como he avisado, no soy erudito en la materia y, por tanto, habrá quien pueda refutar estas diez conclusiones. Por tanto, vuelvo a repetir, sólo deseo un mundo más saludable ahora que disponemos de otras técnicas bastante más respetuosas con el planeta. ¿Y ustedes no?
   

lunes, 21 de julio de 2014

La insostenibilidad de lo sostenible

Soy bastante dado a consultar el Diccionario de la lengua española para conocer las definiciones más adecuadas de las palabras que leo, escribo o hablo. De hecho, la segunda palabra del título de esta entrada no está recogida y, por tanto, es un palabro de cosecha propia.
Esta pequeña aclaración la hago por el exasperante e inadecuado empleo que se realiza del adjetivo "sostenible" en multitud de ámbitos, pero especialmente en el económico y en político. Oímos, de manera constante, a políticos, empresarios, especialistas y demás decir que algo es sostenible cuando, en realidad, lo que quieren transmitir es su bondad o conveniencia para ciertos intereses (que sólo, algunas veces, pueden ser los de todos).

Según el Diccionario, la actual acepción del adjetivo sostenible es: "Dicho de un proceso: Que puede mantenerse por sí mismo, como lo hace, p. ej., un desarrollo económico sin ayuda exterior ni merma de los recursos existentes". Creo que la inmensa mayoría de los procesos así calificados no se mantienen por sí mismos (tienen dependencia natural), que suponen una merma de los recursos (naturales) existentes y que no cumplen con los principios del Desarrollo Sostenible; en consecuencia, no son sostenibles. Pero la percepción benévola que transmite el adjetivo sirve para decorar muy bien el proceso y, por tanto, su empleo para que suene a melodías celestiales de respeto por el medio ambiente es abusivo.
La propaganda verde es un arma muy rentable, pero un arma al fin y al cabo que pasará su factura cuando los procesos sostenibles de los que nos hablan hayan agotado los recursos hasta donde sea necesario.
Por otro lado y por desgracia, a fecha actual, en la próxima edición del Diccionario están previstas dos acepciones para el mismo término: "1. Que se puede sostener. 2. Especialmente en ecología y economía, que se puede mantener durante largo tiempo sin agotar los recursos o causar grave daño al medio ambiente.". Cuando esté publicada, simplemente con la primera acepción sí estará justificado su empleo para cualquier proceso que pueda perdurar durante un tiempo relativamente prolongado y sin necesidad de tener en cuenta su afección al medio ambiente. La segunda acepción está plenamente relacionada con el tema de esta entrada pero es independiente de la primera. Nos la han colado.

En el mundo actual, la sostenibilidad tiene que ser entendida -como otros muchos términos- como un concepto global e imprescindible y los organismos internacionales deberían proporcionar pautas léxicas para que, en cualquier idioma, tenga el mismo significado. Las lenguas están en continua evolución y, por ello, se enriquecen con los cambios de los tiempos; los actuales llevan algún siglo sin entender de fronteras en lo ambiental.
Debe ser que el mundo cambia con las palabras y no con lo hechos.

domingo, 25 de mayo de 2014

Europa y el Medio Ambiente

Llevamos unos cuantos días en que los políticos dicen que Europa se juega mucho hoy con las elecciones a su Parlamento. No lo niego, pero también creo que no es correcta la frase y que debería cambiarse por algo similar a: los políticos estamos jugando con Europa.
La alta abstención es la consecuencia lógica de una unión pseudo-económico-política que adolece de una esencia verdadera por la cual una persona en Holanda, en España o en otro país miembro tenga la misma consideración en cualquier aspecto que se analice (derechos, impuestos, justicia, etc.). Me imagino que las razones se encuentran en intereses que están fuera de lo políticamente correcto.

Quiero ir más allá con esta reflexión y entrar en lo que realmente me ha llevado a ella.

La pérdida de importancia estratégica y geopolítica de Europa es una realidad que galopa en este siglo a la vez que las economías del Este asiático -sobre todo-, del Sur de América y de otros puntos geográficamente alejados de nuestro continente, punta de lanza durante bastantes siglos de multíples disciplinas que, en la mayor parte de los casos, han hecho avanzar positivamente a la humanidad. Hoy en día, vemos cómo muchos de estos avances se olvidan por razones mercantiles y, por desgracia, asumimos esta situación.
El Medio Ambiente (del cual considero que formo parte) es el mayor perjudicado y el primero del que se olvidan los políticos. Una pena. Europa podría comandar perfectamente una nueva era, un nuevo tiempo donde, frente a esta amenaza -ya realidad- de cambios perjudiciales, se tomen soluciones y medidas compartidas con el resto del planeta. Disponemos de la mejor posición para ello con gente preparada, conocimientos, recursos y, lo que siempre se olvida, ganas de avanzar.

Campos básicos y urgentes como las energías renovables, las aguas y los residuos son razones más que suficientes para tomar una posición que ayude a la humanidad y, a la vez, confiera un estatus adecuado al viejo continente en este mundo, global en las formas pero reiteradamente atomizado en los intereses.


La era ambiental necesaria y urgente está en manos de quienes ya hemos crecido, contaminado y aprendido, pero preferimos dormir y que el mundo se desarrolle sin orden ni concierto. Un momento... ¿preferimos? No, algunos no, pero como nuestros representantes políticos son los que deciden y ahora todo es relativo, mejor será decir "prefieren".

Me reafirmo en lo dicho: están jugando con Europa. Además añado: y con el mundo.

domingo, 6 de abril de 2014

La capacidad de carga del planeta

La capacidad de carga es un concepto muy útil en los sectores forestal y cinegético y se emplea para evaluar la cantidad de individuos que puede soportar un biotopo determinado para satisfacer las necesidades de las poblaciones presentes y futuras en modo y ritmo que no conduzca a la disminución o degradación del medio natural a largo plazo.

Hace pocos días salió a la luz la segunda parte del quinto informe (AR5) que elabora el IPCC (Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) cada cierto tiempo. Junto con la primera parte, se pone de manifiesto que el cambio climático conlleva una serie de efectos muy negativos derivados de la acción humana sobre el planeta.
Como aún persisten los incrédulos con respecto a estas afirmaciones, es necesario conocer el porcentaje de ocurrencia que los numerosos científicos participantes en el IPCC han determinado para estas consecuencias: el 95%; certeza que se comprueba y aumenta informe tras informe desde 1990.
Estos efectos sumamente negativos no se refieren sólo a las consecuencias físicas de sobra conocidas (dismunición de los hielos polares, aumento del nivel del mar y de la temperatura, regímenes pluviométricos descompensados, etc.), también a migraciones de población, pobreza, conflictos armados, salud y otros de desagradable denominación.

Todo esto simplemente significa que hemos superado la capacidad de carga del planeta y, por tanto, lo hacemos inviable para el futuro. No hablo en cuanto a cantidad de personas, sino de nuestro modo de vida ya que un solo habitante de ciertos países -como, por ejemplo, Estados Unidos- supone una carga idéntica a la de diez o más personas de otros países (generalmente, aquellos más desfavorecidos). Es factible, por tanto, disminuir la carga ambiental per cápita, tener una demografía más amplia y un planeta en las mejores condiciones posibles.

Con las tecnologías y medios disponibles hoy en día, se puede calcular cuál son las capacidades de carga máxima y óptima de La Tierra y, con estos datos, generar un horizonte excelente para las generaciones que nos sucederán. Pero volvemos a los eternos problemas: ¿quién decide cómo cambiar nuestros métodos de producción y vida?, ¿qué coste asociado lleva?, ¿qué pérdida de rentabilidad significa? Hace unos cuantos años se estableció la cantidad del 1% del PIB mundial como coste para remediar el cambio climático, hoy puede ser que haya aumentado.

Lanzo las siguientes preguntas: 1) ¿realmente estamos preparados para los cambios? 2) ¿está la decisión de mejorar en nuestras manos? y, por último, 3) ¿cuándo ocurrirá el cambio?
Mis respuestas: 1) No. 2) No. 3) No sabe/no contesta, pero confío en que llegará (ver el primer post de este blog). 


lunes, 17 de febrero de 2014

La energía limpia molesta

Leyendo la entrevista a J. Legget publicada en la versión digital del periódico El Mundo encuentro el resumen perfecto que puede explicar la situación del sistema energético mundial. Desde luego, esta afirmación resulta pretenciosa pero, en mi caso, se trata de una confirmación acerca de lo que vengo rumiando desde hace bastante tiempo sobre este tema, especialmente acentuado en España durante los últimos meses.

Quiero hacer una interpretación, o recreación bloguera, de la citada entrevista.
Situémonos en un escenario con las siguientes premisas -o realidades-: mundo global donde los recursos (entre ellos, los energéticos) son perfectamente movibles a inmensas distancias, sistema capitalista hegemónico y desbocado, problemas ambientales de corte general y necesidad de tiempo para cambios sustanciales.
Bien, pues ahora piensen ustedes en qué orden colocarían estos cuatro factores para tener un punto de partida -de mayor a menor influencia- . Éste sería el mío particular:
  1. Sistema capitalista hegemónico.
  2. Recursos movibles.
  3. Necesidad de tiempo para cambios de calado.
  4. Problemas ambientales generales.
(Como es evidente, aquí caben todas las matizaciones que quieran porque se puedan considerar más circunstancias y diferentes prioridades. Es más, les agradecería sus aportaciones para enriquecer el debate).

Y ahora les comento qué es lo que deduzco:
Ante una situación mundial sin contrapesos a las sociedades de mercado en las cuales todo se mide en "profits" y donde, prácticamente, no hay cabida para los valores no especulativos, la obtención, distribución y comercialización de energía supone un servicio de primera necesidad; como además las facilidades de transporte son viables, existe un mercado específico de magnitudes inmensas.
Los recursos energéticos más conocidos y empleados tienen, desde hace siglos, carácter no renovable; por tanto, sobre ellos se fundamenta el negocio, la técnica y, por desgracia, la tradición y, aunque hay posibilidades de tener sistemas alternativos mejores y más limpios a madio plazo, éstos requieren de tiempo e inversiones. ¡Vaya!, aquí hemos topado con los "profits".
Dirán que no hablo de los problemas ambientales y que los dejo al final como el propio sistema energético. Pero ¿a quién le importa que haya cambio climático, que el "fracking" sea una aberración hidrológica y geológica, que los residuos nucleares sigan aumentando y crezcan sin fin (y sin solución por mucho tiempo), que los vertidos de petróleo puedan ocurrir sistemáticamente en el tiempo, que los recursos fósiles sean finitos, que...?
Pues está claro, ya tenemos la cuadratura del círculo: no caben en la interacción sin fisuras "profits"-tiempo.

Sólo los años darán o quitarán las razones por las que digo esto; hoy creo en ellas. Supongo que el cambio vendrá cuando el presidente de una multinacional energética abra el grifo de casa y no salga agua, o bien salga contaminada por sus técnicas de "fracking".
Como nota final agrego que no he hablado del factor político... ¿realmente influye?

viernes, 10 de enero de 2014

Zonas verdes adoquinadas


Es fácil comprobar que, en los últimos diez o quince años, muchas de las nuevas zonas verdes creadas en los núcleos urbanos, así como las remodeladas, han adquirido un aspecto menos verde -por calificarlas de un modo sencillo-. Bastantes metros cuadrados que debieran tener, principalmente, especies vegetales autóctonas son de adoquín, cemento, hormigón, gomas o baldosa; es decir, superficies sintéticas, quedando las zonas verdes auténticas como parterres discontinuos salpicados entre las innaturales extensiones.
Muchas y ciertas pueden ser las razones que justifiquen este tipo de actuaciones, pero lo que no es de recibo es denominarlas como “zonas verdes”. Propongo cambiar el calificativo “verdes” por “de ocio”, “abiertas”, “de descanso”, “de esparcimiento”, etc. Es evidente pues cómo se emplean términos agradables para una realidad que se va alejando de su origen.
El ahorro en el mantenimiento es la clave que no se cuenta. Regar, segar, abonar y resembrar son algunos de los cuidados innecesarios para las superficies sintéticas, al margen de los medios humanos; un buen barrido con o sin baldeo de agua da lustre y deja la superficie en perfectas condiciones; eso sin mentar su dureza y, por tanto, resistencia al deterioro. Si se echa un vistazo también a las verdaderas zonas verdes (parterres), la decepción puede ser mayor porque se observen especies vegetales foráneas no recomendables y tendencias estéticas (muchas de ellas asiáticas) que emplean áridos volcánicos de colores a modo de capa superior con malla antihierba por debajo para que las plantas indeseables no emerjan.
A mi juicio, se trata de un despropósito porque, independientemente de la denominación, no hay que olvidar que las plazas, parques y jardines tradicionales representan pequeños biotopos naturales para el sustento y acomodo de especies animales, tienen un efecto regulador sobre la temperatura y la calidad atmosférica, transmiten paisajes propios de la zona, emplean menos recursos naturales y transformados y, lo que es más importante, permiten la conexión entre el ciudadano y la naturaleza en una dimensión que es tanto más acusada cuanto mayor es la urbe…entre otros beneficios.
Seguro que puede haber alguien que encuentre en este texto un deseo de emplear céspedes, arbustos y árboles con necesidades hídricas abundantes y arenas polvorientas con devastador efecto sobre ropas de niños y estados de ánimo parentales. Al respecto sólo es preciso mencionar como soluciones puntuales las especies vegetales autóctonas de la zona, los sistemas de riego inteligentes con empleo de agua reciclada, la xerojardinería y los áridos reciclados. Por supuesto, también la generación de puestos de trabajo sería una consecuencia inmediata.
Vale. Será que hay otros intereses y prioridades.